Para dar de comer a una población cada día más numerosa, tendremos que duplicar la producción de alimentos. Pero el rendimiento de las cosechan no aumenta con suficiente rapidez y el cambio climático y las nuevas plagas amenazan las pocas variedades de las que dependen nuestras despensas.
Afortunadamente, existen personas como Cary Fowler que colaboran para proteger los frutos que alimentarán a las nuevas generaciones. Fowler fundó en Noruega la Cámara Mundial de Semillas situado en el archipiélago de Svalbard, entre Noruega y el Polo Norte. El propósito de la cámara es almacenar duplicados de todas las semillas de los cultivos del mundo congeladas.
Cary Fowler sostiene dos tubos con semillas de guisantes.
Al fondo se encuentra la Cámara Mundial de Semillas de Svalbard. Fuente: National Geographic |
Con nuestra creciente dependencia de un puñado de variedades comerciales de frutas y verduras, miles de variedades tradicionales han desaparecido. Depender de un pequeño número de cultivos para la alimentación del planeta es muy arriesgado. En 1845 una plaga acabó con la patata Lumper en Irlanda provocando la gran hambruna que hoy se recuerda en Dublín con un desgarrador monumento.
Otra de las razones por las que no es bueno depender exclusivamente de unas pocas variedades son las plagas que asolan las cosechas con el mismo tipo de cultivo. En los años sesenta, una plaga estuvo a punto de acabar con la producción mundial de cebada, puesto que todos los cultivos eran de la misma variedad. Actualmente las cosechas de trigo sufren una plaga a causa del Ug99, un virulento hongo descubierto hace una década en África y que se extiende hacia Asia a un ritmo incontrolable.
Los participantes de una cata en Iowa, EE.UU, degustan alrededor de 50 variedades de tomates. Fuente: National Geographic |
Lo mismo sucede con los animales. Los defensores de las razas poco comunes, en su mayoría los propios ganaderos, creen que la mejor manera de conservar esas variedades amenazadas es mantenerlas dentro de la cadena alimentaria, produciendo carne, leche, cuero, lana u otros derivados animales. Además las razas tradicionales resisten mejor las condiciones meteorológicas en sus territorios naturales que las razas comerciales de alto rendimiento y además no se necesitan costosos piensos para alimentar a los animales.
Mientras el clima se calienta y el ambiente se vuelve menos adecuado para las variedades de plantas y animales de las que dependemos, es muy probable que necesitemos cada vez más las variedades que pueden sobrevivir en esos entornos. Pero esas variedades irán aumentando de precio, según vaya disminuyendo las reservas de las variedades autóctonas. El aumento de los precios internacionales de los alimentos puede producir mayor pobreza. En el índice del precio de los alimentos publicados por el Banco Mundial entre octubre de 2010 y enero de 2011 aumentó el 29%. Si bien no todos los países se ven afectados por igual, es particularmente alarmante en las regiones donde la población gasta más de la mitad de sus ingresos en alimentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario